Mis letras

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Todo comenzó como en un sueño, algunos años atrás, mi vida era perfecta, mis necesidades materiales eran bien saciadas, un auto, un coche, un trabajo al cual no odiaba y que rendía lo suficiente para darme los lujos innecesarios que el subconsciente exige, pero más allá que cualquiera de estos aspectos, mi existencia era iluminada por el destello de dos zafiros de luz, esos ojos pertenecientes a la mujer que se guardaba todos mis pensamientos y sentimientos para su colección personal,  que aparecía una y otra vez en todo escenario imaginable como la más grandiosa expresión de felicidad que mi mente ha alcanzado a proyectar alguna vez, su cabello dorado y extenso resplandecía al unísono de su sonrisa,  lo que su mirada reflejaba está más allá de lo que las palabras pueden expresar.
Tan fría era la tarde como el vacío de mi alma, caminaba sobre la hojarasca pensando en aquella felicidad, que parecía tan lejana ahora como el ave que emprende el vuelo en el inmenso cielo, me quedo pues,  admirando esta pletórica vista hasta que las infames estrellas se dignan a hacerse presentes en el cielo, una gota de agua cae en mi rostro y cierro los ojos…
-Amor,  ¿A dónde iremos de vacaciones esta vez?-
-A donde tú lo pidas -
-Yo escogí el lugar la vez pasada, me parece justo que tú elijas esta vez-
-En realidad no me causa ningún inconveniente, de todos los paisajes que puedan existir en la tierra todos están vacios sin ti, así que la decisión es tuya-.
Así que al final se decidió a que realizáramos un viaje a las montañas, ella amaba el tono de pureza que la nieve le da a los objetos, y la tranquilidad que solo se puede encontrar  en los lugares más apartados del ente mundano, habíamos comprado una cabaña que solíamos visitar muy a menudo y  en la que con el paso de los años, fuimos depositando las posesiones que más apreciábamos y que definían nuestro cariño, el primer retrato que ella pintó de mi, el primer poema que me atreví a mostrarle, el primer recuerdo de intimo e indescriptible amor estaba impregnado también en aquella cabaña. Después de arreglar nuestros compromisos banales con nuestras respectivas obligaciones sociales, iniciamos el viaje, subimos por horas hasta que divisamos a lo lejos aquel lugar mágico que tantos recuerdos emanaba, la tomé de la mano y la miré a los ojos, justo como fue en ese entonces, justo como fue esa primera vez que estuve seguro de que la amaba sin medida.
El contraste de luces refleja a las transeúntes como sombras; sombras que se pasean por todo sendero, absorbiéndose y fundiéndose a mí alrededor, camino un largo trecho ensimismado y sutilmente obsesionado con reconstruir todo a su imagen… Por fin llego a mi destino, soy recibido con la misma monotonía rutinaria, parece que han pasado años desde que estuve aquí, una vez más pretendo mostrar tranquilidad, pasar desapercibido de toda sospecha de  mi mente inquieta, es fácil fingir tranquilidad  en un mundo en el que lo único que se juzga es la apariencia socialmente configurada, sin embargo aún así, el tiempo que se escurre entre los dedos es un descorazonado verdugo del alma; El día casi termina,  en mi pecho una sensación conocida, siento el frio del deshabitado espacio que debería ocupar mi espíritu, un trago de whisky y un libro es el reflejo de mi mente ante esta incontrolable sensación, quiero perderme de nuevo entre letras y borrosas memorias…
Me veo sorprendido por un repentino y agitado despertar, mi cuerpo está cercano a estallar, volteo súbitamente, ella sigue a un lado mío, todo vuelve a acomodarse, todas las piezas toman su lugar como un rompecabezas de realidades encendidas, la tomo entre mis brazos para sentir el calor de su existencia, ella despierta como confundida, rápidamente recupera su tierna lucidez y me sugiere un paseo nocturno, como todo hombre enamorado accedo como acción estándar. Es tarde ya y el panorama no puede ser más perfecto, las estrellas brillan como si fuera su ultimo día de vida, y por un momento parecen entrelazarse con su rostro, o tal vez ella es el reflejo de las estrellas, viviendo un efímero lapso de humanidad; caminamos adentrándonos más en blanco e impío bosque, todo es tan perfecto, tan indescriptible que apenas y escucho que ella está gritando, vuelvo en mi por un segundo y entonces puedo notar que de lo alto de la montaña se acerca furioso el impetuoso desastre del destino en forma de una gran avalancha que devora todo a su paso, la realidad se torna inconsecuente y clara a la vez, la veo correr mientras hala de mi brazo, el miedo en su rostro se encuentra más allá de cualquier sensación mundana, grabo esta imagen en mi mente, un instante después, todo ha cambiado ya no hay más paz ni belleza, si no solo los restos de la catastrófica naturaleza, me levanto lentamente y miro a mi alrededor, mi principio de conservación libera la sensación de tranquilidad y felicidad en mi cerebro, hasta el momento en el que me doy cuenta de que ella no está cerca, busco incesantemente, todo da vueltas y se retuerce dentro de mi ser, siento como si faltara una gran parte de mi psique, de mi tranquilidad, de mi vida, pasan las horas, fluyen como el agua en el rio de todas las penas del mundo.
-          No hay rastros.- Me dice un personaje cuyos detalles ignoro.
-          ¿No hay ninguna otra manera?, debe de haber algún modo de encontrarla
-          Lo sentimos, no parece haber forma de recuperarla-…
Despierto en mi sillón, quito el libro de mi rostro, el hielo en la copa se ha derretido completamente, otro intento fallido de recuperarla, de volver a ver su rostro, años han pasado ya desde que soñé con ella la ultima vez, solo puedo repetir esa última y terrible memoria, ahora estoy amarrado a la realidad terrena que se reducía mirando a sus ojos, ahora estoy solo entre tinieblas, sin más que anhelos inconclusos por vivir, podría jurar que había logrado captar un sublime momento en el que apareció frente a mí, se acercó  y se esfumo como humo del pasado en mis brazos, pero es realmente complicado el tener certeza al respecto, no he vuelto a soñar con claridad desde su partida, a veces me cuestiono el apartar un lugar en mi corazón a una expresión de mi imaginación, pero entonces recuerdo aquellos momentos que se construyeron en base al amor, un amor que si bien no cumplía con los parámetros de la realidad comunitaria, fue un amor valiente y sincero que removió cada fibra de mi cuerpo al punto de perpetuar su recuerdo en mi alma.
La costumbre y los lazos que me unen a la vida cerraron la herida, mientras mi memoria cerraba su ciclo, continué viviendo, resignado a no volver a soñar con la perfección y conformarme con lo que la perspectiva de lo mundano podría ofrecerme; parecía un día como cualquier otro, la brisa chocaba intermitente en mi rostro, caminaba hacia mis obligaciones diurnas cuando un repentino destello de luz apareció frente a mí, no muy lejos divisé una figura que me parecía familiar, decidí acercarme a comprobar el temor que inundaba mi piel; allí sentada en el parque, como olvidándose de su vital papel de luminiscencia de este mundo, estaba ella tal y como se había quedado impregnada en mi memoria, era como volver a estar en aquellos momentos de felicidad que son claridad entre todo lo indefinible en esta vida, me quedé perplejo por unos segundos, cualquier transeúnte que me prestara un poco de atención se habría dado cuenta de mi desconcierto y estupefacción, ¿realmente era ella?, ¿podría representar el mismo candor,  el mismo esplendor que la mujer de mis sueños?, volví a mi consciencia después de muchos laberintos contraproducentes de escenarios y decisiones, seguí mi camino en la dirección contraria, simplemente no podría resistir el borrar aquella imagen construida entre sueños, tejida de pasión y exultantes acervos de la inefable fantasía, simplemente, tal vez hasta egoístamente, no podría cambiar un solo detalle, una sola mirada mal encaminada hacia del desprecio, mi completa esencia se negaba a perderla de nuevo, sacrificaría mil y un veces una felicidad áspera y  momentánea por resguardar la sublime remembranza del idilio esperanzado de mi delirio, mataría hasta las más inalcanzables ilusiones solo por quedarme suspendido en esa realidad. Ahora corrijo mi paso, extrañamente feliz y sosegado es como si algo dentro de mi renaciera intensamente, pienso en aquella frase “lo que perdimos en el camino permanece  pero no es eterno”; cruzo por las sombrías calles que parecen tener ahora una tonalidad distinta e irreconociblemente palpitante, debo apresurarme, me espera toda una realidad que aún no he empezado a explorar. 

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