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La mujer del parque

Era una mañana tibia y soleada,  las personas caminaban hacía su impredecible destino, cruzaban las calles repletas de sueños rotos y emociones palpitantes, melisa no podía evitar pensar, cuantas historias, cuantos sentimientos, cuantas y distintas ideas deambulaban por las calles que ella tenía que recorrer hacía la casa de su madre que la esperaba para su visita del mes.

Melisa era una mujer sin tapujos, vivía solamente a expensas de lo que su razonamiento dictara, siempre explorando su mente, siempre experimentando cada minucia de la existencia;  arquitecta por profesión, pintora apasionada, este ultimo no pudo explotarlo al máximo dada la tendencia a tener que buscar una carrera redituable y mayormente aceptada por una sociedad amante de las posesiones; una vez terminado este pensamiento melisa se dio cuenta de que ya estaba en la entrada de la casa de su madre.
 
Al
entrar a casa, Melisa sintió como una nube brumosa de melancolía y recuerdos borrosos inundaba su cuerpo, las fotos de los antepasados, muebles recubiertos, recuerdos de la siempre añorada niñez y esos fríos y sosos adornos de cerámica que solo acompañaban al viejo y débil espíritu que se manifestaba en aquella casa; al seguir caminando encontró a su madre sentada en la mesa tan solo con una taza de café en su mano y una sonrisa de ojos tristes en su semblante…

 

-         -Hola madre, ¿como te ha ido?- dijo Melisa mientras tomaba asiento

 

-         -Las quejas no terminarían de expresar mi inconformidad con la vida, pero por costumbre social diré que bien, ¿y a ti?-

 

-           -Siempre tan elocuentemente amargada, a mi me va bien, hoy veré a Roberto en el parque, dijo que tenía algo importante que decirme- dijo melisa mientras tomaba un sorbo de su café.

 

-         -Ah ya veo ¿con que en el parque de los besos caídos?- dijo con cierto tono burlón

 

-         -Bien sabes que ese no es su nombre-

 

-         -¿Bromeas?, ¿que otro nombre podría expresar mejor toda esa colisión de sentimientos que las parejas intercambian a diario en ese lugar?-

 

-         -Tal vez tengas razón- dijo Melisa mientras terminaba su café. Siguieron hablando por unas horas de cosas tan triviales como de memorias vacías para por fin despedirse y salir de esa casa que tantos escalofríos causaba en Melisa.

 

Su madre era ciertamente una mujer de pocas pero fuertes palabras, tan encerrada en sus ideas y pasiones que por momentos perdía toda chispa de humanidad, lo que influyó enormemente en la manera en que Melisa veía las relaciones humanas, ya que al nunca haber una figura paterna constante, ella solo veía pasar hombres como fantasmas en su vida, y siempre pensó que el amor no era más que una ilusión causada por la fusión de esos fantasmas buscando la integridad de su alma. Hasta el día en que conoció a Roberto, quien era más que cualquier persona normal para ella; se conocieron en una pequeña coincidencia entre sus rutinas, uno de esos momentos que rompen parámetros y en los que en cuanto  se cruzan miradas pareciera estallar una supernova que aniquila cualquier inseguridad, prejuicio, pensamiento o falsas interpretaciones de la percepción; se da de una manera espontanea e incontrolable y es una de las grandes virtudes del hombre.  Este estallido cambió por completo las ideas de Melisa para solo entregarse a la arcaica motivación del sentimiento, olvidándose casi por completo de la naturaleza de su pensamiento.

 

Al llegar al parque Melisa se percató de la imagen clásica, personas distrayéndose de sus problemas o simplemente siguiendo su rutina, parejas que huían de las barreras impuestas por las respectivas familias, niños jugando siempre alejados de esa inútil tendencia a aborrecer los problemas cotidianos; buscó con la mirada por un momento y lo encontró sentado en la banca en la que siempre se encontraban para esos inefables momentos que la dan algún sentido a la vida.

 

Melisa se sentó a su lado y con un sutil y cálido beso en la mejilla dijo:

 

-         -Hola, ¿Me extrañaste?-

 

-Roberto se sonrió y respondió el beso tibiamente

 

-         -Mas de lo que un corazón convulsionado puede soportar-

 

-          -A mi también me alegra verte, ahora ¿de que querías hablarme?-

 

En ese momento el semblante de Roberto cambió totalmente y con un tono más serio dijo:

 

-         -No voy a mentirte, realmente eso sería una gran pena para mi, la verdad es que deje de estar cómodo a tu lado-.

 

-         -¿Qué? ¿Por qué dices eso?-.

 

-          -No lo se, simplemente todo esto me vuelve loco, trabajo, casa, televisión, coche, tú, ¿y después que?, todo es igual cada maldito día y no se si pueda soportarlo un segundo más-.

 

-         -Sabes creo que todos llegamos a hartarnos de lo monótona que puede ser la vida, pero no me parece que sea motivo para llegar a estos extremos-.

 

-         -No es solo eso, es tu actitud siempre tan regular, tan normal, cuando te conocí solías ser tan cambiante tan impredecible, caíste en la conformidad-.

 

-         -No creo que haya pasado de ese modo, esta es solo una manifestación de tu incongruente tendencia a desacreditar a los demás para esconder tus inseguridades, no me vengas con que yo cambie, solo estas exhibiéndote en este momento-.

 

-         -Esa es la mujer inteligente con quien pensaba casarme, o al menos su sombra, tal vez estés en lo correcto, pero ahora tengo que recorrer un camino distinto al tuyo, lo siento-.

 

-         -¿Realmente quieres hacer esto?-

 

Melisa no mostraba ni la mas mínima inclinación de flaqueza, aún mientras sentía que todo en lo que en ese momento creía y sentía se desmoronaba para volverse un polvo que se dispersaría inevitablemente en al viento del olvido.

 

Hablaron por horas de esos inevitables conceptos y recuerdos, sonaron algunas risas ahogadas, el parque pareció tornarse sombrío  a medida que Roberto destrozaba con argumentos frágiles y necios todo escenario y palabra que Melisa vociferó para intentar salvar algo que ella consideraba tan puro, tan perfecto tan infinito…

 

Solo pudo ver la figura del hombre quien la había llevado a los dos extremos de las emociones humanas con solo el uso falsas motivaciones de la existencia.

 

Después de poco tiempo Melisa se puso de pie dispuesta a volver a su hogar, pero antes tenía que hacer una parada en la tienda, necesitaba un cigarro…

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