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Fragmentos

- Entonces esa es tu historia.., -dijo Melisa con un ligero dejo de triste identificación - Y yo que pensé que ninguna historia podría superar a la mía.-
 

-No hay alma humana que no haya resentido las consecuencias de los espejismos emocionales, además creo que ambos somos extraños casos de sensiblidad extrema ¿no lo crees?- preguntó Antonio interesado
 

- Creo que es el lado negativo de pensar demasiado las cosas, deberiamos ser conformistas-.
 

- jaja viendolo de esa manera creo que prefiero el sufrimiento injustificado que el estar muerto en vida de esa manera-.

- Entonces es como dicen, no hay mal que por bien no venga-.
 

- Siempre pensé que esa frase era algún tipo de estratagema para aquellos que no saben aceptar sus errores ni sus aciertos-.
 

-Ninguna palabra es absoluta, todo depende de la perspectiva en que las coloques..-.
 

Sin esconder la admiración en sus ojos, Antonio dio un un ultimo jalón a su cigarro y se puso de pie, el parque estaba un poco solitario, no había mas que un par de parejas y dos niños jugando con una roja pelota, no estaba muy iluminado, pero bastaba para poder sumergirse en los expresivos lagos verdes de Melisa, que lentamente se despide con un abrazo prolongado, más alla de lo percibible no solo dos cuerpos, dos almas se detienen en su eterno viaje a lo inconcebible para unirse en un solo espacio, una sola realidad, un solo sentimiento... entonces cada uno toma un camino distinto mientras el mismo pensamiento apasionado cruza su mente... -no debería estar haciendo esto-.

Mientras Antonio sigue su camino hacia su casa no puede evitar buscar la cara de Fernanda entre el bullicio matutino, en las casas, balcones, incluso entre los coches, se pregunta como es que una costumbre se puede volver tan inconsciente o si es algún tipo de broma que su mente le juega simplemente por la blanca tendencia humana a darle un sentido de febril abstracción a los menesteres del corazón, desconcertado y meditabundo, llega a su casa y se da cuenta de que una vez más están solo el y sus recuerdos, - una mala combinación, pensó-.

Melisa subió al transporte de manera distraida y sin mucha convicción, caminó hasta el lugar libre al lado de la ventana, empezó a sentirse acalorada por el aumento de temperatura ocasionado por la aglomeración de energía en un espacio reducido, podía sentir el flujo de anhelos y viscicitudes flotando entre los asientos por los que tanta gente ha transitado, dejando fragmentos de su vida plasmados en el tiempo de la cotidianidad humana; el transporte se detuvo al mostrarse el rojo color que le ordenaba detenerse, Melisa observó por la ventana que por algún extraño azar del destino se encontraba enfrente de la casa de Roberto, sonrió al darse cuenta que había tomado casí por reflejo el transporte que siempre la llevaba a ese destino, entonces miles de recuerdos inundarón su mente como una plaga que hiere todo lo que está a su paso, cerró los ojos por un momento como intentado suprimir la lluvia de conmoción que asolaba su tranquilidad, cuando los volvió a abrir se encontraba ya lejos, lejos de esa agridulce historia que siempre la alteraba al menor estimulo, como una punzante herida cerrandose al estar expuesta a sensaciones desagradables, asi reaccionaba su cuerpo a la sola caricia de la brisa del sentimiento compulsivo.

Ambos se encontraban ahora perdidos en la encrucijada de los recuerdos borrosos, aquellos que un mismo mecanismo defensivo que la mente parece entretejer para volver aun mas lejanas las fisuras del alma, causadas por ese impertinente sobreuso humano que siempre la expone a la mas minimo emoción... Aunque lejanos fisicamente, ambos parecían estar dirigiendose hacia una misma senda, repleta de baches, que no son mas que rupturas en el camino denominado felicidad; cada grieta resultado de aquella temible experiencia, cada remache, relleno y arreglo el desesperado intento por conciliar los sueños con la realidad; ambos sentían estar dirigiendo sus viejas y emotivas añoranzas del corazón hacia un espacio trémulo y por momentos intermitente... el olvido.

Es siempre dificil para cualquier humano coherente el describir la insana relación entre el odio y el olvido, tan estrechamente ligados pero al mismo tiempo tan distintos, pareciendo incluso que no puede existir un olvido si no es que se odia antes a quién se trata de encerrar en el infinito vacio de de la amarga omisión, así como en un mismo contexto toda esta revoltura conceptual no es sino una proyección de un amor en proceso de descomposición, una reacción oblicua ante del doblegamiento excesivo del espiritu, solo la sugestión del vinculo eterno entre las demandas del alma y las concesiones de una vida siempre cambiante.
Con estas ideas plasmadas en la cabeza Antonio dejó la pluma a un lado y se puso de pie dispuesto a dedicar tiempo a algo más que darle vueltas a su tristeza, y en los lapsos entre recuerdos apareció la figura inesperada de interminables estelas verdaceas, ni más ni menos que aquella tan inesperada mujer del parque, que tanto lo había sorprendido, recordó con exaltación su emotiva despedida y no pudo evitar imaginarla como ese inefable aliciente que tanto anhelaba su espiritu, ahora solo había cavida para la imagen de esa mujer casí desconocida, ahora todo se volvía trepidante en su pensamiento, y como un choque entre estrellas, se diseminaban ideas y escenarios que lo llevarón a la extrema confusión, deflactora del razonamiento, sentía como su intesa meditación no era suficiente para tal maremoto de emociones, tomó un cigarro intranquilamente y bocanada tras bocanada zurcó una vez más el desastre de su mente, hasta llegar a la resolución mas ordenada y docil que pudo maniatar, - Tengo que verla de nuevo-. pensó con inexorable afán.

Un nuevo día se presentaba ahora atraves de la gruesa transparencia de su ventana, la idea de un cambio radical en las sensaciones de un hombre, la recuperación de su esencia más intima, son solo destellos de está luz que entra sin ningún remordimiento por las ventanas de la perecepción, ahora que Antonio había conquistado sus inclementes cavilaciones, tomó su chaqueta y salió de su casa con la sosegada pasión de aquel que ha logrado reconstruirse entre los fragmentos inconstantes de su inconciente desengaño; caminó hacía el parque en el que la había encontrado día a día desde un mes atrás, sin escatimar en exitación la buscó incesantemente con la mirada, hasta el momento en que pasó por su mente ir a la banca en la que se conocieron, aceleró un poco el paso hasta llegar al lugar imaginado, con una creciente decepción pudó notar un pedazo de papel sutilemente atado a uno de los brazos del asiento, lo levantó con desazón y leyó con atención, una sola palabra, aquella que lo explicaba todo... aquella que decía solo tú lo entenderás... una sola palabra, que desataba al fantasma de la implacable soledad...

ADIOS.

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