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Estaba este hombre solitario sentado en la cama de su habitación, mira a lo lados y voltea la cabeza como aquel que busca respuesta a una gran incertidumbre, llegando a la conclusión de que eso que traía en la cabeza no lo dejaría dormir por mas tiempo, entonces recordó que hacia ya mucho tiempo que no disfrutaba de un buen cigarro, se levanto y busco en su habitación en cada palmo y porción hasta que por fin los encontró en una cigarrera a la que no pudo dejar de mirar con melancolía por unos segundos antes de tomar uno y volver a su cama, ya de vuelta a su posición anterior tomo su encendedor , la tenue llama refleja sus tristes ojos y su lánguida mirada, mientras encendía su cigarro y con largas bocanadas de humo daba saciedad a su voluntad, cerro por un momento los ojos como meditabundo y al abrirlos pudo jurar que el humo que despedía el blanco cigarro tomaba lentamente la figura de una mujer y no de cualquier mujer sino aquella a la que amó con tanta locura y vehemencia, la ultima que quedaba en su cansado espíritu, sin alterarse vio como el humo tomaba forma y el vaho le daba la tonalidad de un añejo, doloroso y extrañamente dulce recuerdo, rumiaba a lo largo de su mente cuando en un súbito pestañeo la figura se esfumo tal y como creyó haberla visto antes, el mismo sentimiento de inexplicable decepción surcaba por todo su cuerpo, después de un largo suspiro el hombre volvió a fumar su cigarro sin darse cuenta de que ya había llegado al filtro, lentamente lo apago en su cenicero que en la interminable obscuridad de su cuarto parecía un parte más de sus recuerdos. Entonces ya más tranquilo salió de su departamento para buscar algo que distrajera su mente de ese inexorable pensamiento que se expandía cada vez mas en su atención como un virus que sin piedad infectaba su tranquilidad…

En otro lado de la ciudad estaba esta mujer solitaria sentada en una banca del parque, era un largo camino de regreso a casa pero el insomnio y un raro sentimiento de identificación la amarraban a esta banca, su mirada parecía distraída pero daba la impresión de que buscaba algo dentro de si misma, en las fachadas de los edificios que rodeaban el lugar, sus gestos eran inarticulados y su respiración tenía un dejo de melancolía e incertidumbre, tenia la certeza de que en este preciso espacio del universo había ocurrido algo que movió por completo su vida, entonces se le ocurrió la manera perfecta de terminar con este desasosiego que la acechaba, un cigarro, así que de su bolso tomo un cigarro mentolado y lo puso con mucho atractivo en sus delicados labios, y cuando se dispuso a encenderlo noto con decepción que su encendedor había desaparecido, hizo una mueca de terrible enojo, cuando se percato de que en la banca aledaña se acababa de sentar un hombre que estaba fumando,  que a su parecer era muy atractivo y con esta motivación del instinto se levantó y se sentó a su lado:

-Hola, disculpe la intromisión parece que tiene usted la mente ocupada, pero ¿podría molestarte con fuego?

A lo que el hombre contesto:

-Si, es usted muy perceptiva no se en que dimensión de la razón este mi mente en este momento, aquí tiene.

Y con un torpe movimiento saco el encendedor de su pantalón.

-Gracias, es usted muy amable ¿le molesta si le acompaño por un rato? necesito algo de compañía

-En absoluto, me llamo Antonio

-Yo soy Melisa, es un placer

Entonces ambos meditabundos dejaron su voluntaria soledad y después de cierto tiempo de conversación sobre cosas triviales, asuntos de la vida y uno que otro aspecto del alma, su plática se torno mas intima y precisa, pareciera que se conocieran desde años atrás y que sus caminos estuvieran entrecruzados por sus gustos en común y su personalidad tan parecida, entonces Melisa pregunto con esa curiosidad y tierno interés que la mujer muestra:

-Ahora que se acabaron los formalismos y sin querer parecer muy entrometida me encantaría saber que es lo que atormentaba tu pensamiento hace unos instantes

-La soledad-contesto Antonio sin aspavientos

-Creo que eso nos ha martirizado a todos en algún momento de nuestra vida, pero me pareció que había algo más en tu mente.  

-Eres en verdad muy perspicaz , además de que siento como si la basta obscuridad de la noche estuviera absorbiéndome pausada y pesadamente, esta noche me trajo un recuerdo que creí haber reprimido en mi mente.

-¿Es por eso que no dejas de ver esa cigarrera?

-Creo que si

-Entonces ¿es el amor el que doblega tu espíritu?

-No, nunca, es para mi lo único que le da sentido y motivo a la existencia humana, nunca tendría un resentimiento contra el concepto de amor, somos mas bien las personas los que lo degradamos con todos nuestros ásperos problemas y nuestra tendencia a la cotidianidad.

Con una sonrisa entre admirada y escéptica Melisa argumentó:

-Eres un romántico sin remedio, la naturaleza humana tiene mas sensaciones y percepciones de lo que el amor según tú lo defines puede ofrecer, es una tropelía el endiosar algo tan normal en nuestra vida.

-Entonces ¿porque estabas tan intranquila y te hacia tanta falta un cigarro hace un rato?, si no ves al amor como algo mas grande

-No lo se-contesto con un poco de nervios en su gesticulación- creo que lo mío es más un problema existencial  que uno tan simple como el tuyo.

-Yo creo que finges indiferencia, pero no eres como la gente que sobrepobla la sociedad, solo que tu miedo por una posible decepción controla tus sentimientos y te obliga a negar lo que tu alma tanto anhela, no te critico, en realidad te envidio, quisiera poder vivir de ese modo, al menos para saber como es el ser menos sensible pero solo puedo decirte que ese es un camino que no lleva a nada mas que la soledad.

Entonces Antonio se dispuso a marcharse, cuando Melisa intrigada pregunto:

-¿Puedo verte otra vez?

-Mientras haya mas noches como esta y no dejes el vicio, me veras seguido

-¿Mañana entonces?

-Aquí nos veremos

Y ambos tomaron el camino hacía sus casas, quien podría decir que un mal recuerdo y la calma y  relajacion que ofrece un cigarro puede unir  los caminos de dos almas tan parecidas y a la vez tan distintas. 

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